Para recuperar el crecimiento debe aumentar la inversión

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Para aumentar la oferta frente a la presión que impone el estímulo a la demanda

Durante de los últimos años la política gubernamental se ha orientado a fortalecer la demanda como sustento del crecimiento. La inversión, especialmente en los últimos años, ha quedado relegada a un segundo plano.

A partir de 2005, al agotarse parcialmente el exceso de capacidad de producción legado de la crisis de 1998-2001, la dinámica inversora se intensificó y la participación de la Inversión Bruta Interna Fija (IBIF) en el PIB alcanzó 20% en el período 2006- 2008.

Desde entonces, primero por factores externos y luego por motivos internos, la incidencia de la inversión en el PIB se estabilizó en torno de 17%, un nivel que resulta insuficiente para sustentar un proceso de crecimiento continuo a tasas elevadas.

Tanto la construcción como el equipo durable de producción –que son los dos componentes de la inversión– mostraron contracciones importantes. Una gran parte de ese fenómeno se vincula, indudablemente, con la disminución de la Inversión Extranjera Directa (IED), especialmente en 2013 y 2014. Al respecto, el total de IED se redujo desde US$ 15.300 millones en 2012 a US$ 11.300 millones en 2013 y a sólo US$ 6.200 millones en 2014.

El panorama reciente de la IED empeora sensiblemente cuando se estudia su composición. En este sentido, las nuevas inversiones pasaron de US$ 5.200 millones en 2012 a un promedio de US$ 3.200 en el último bienio.

En este contexto, es posible que el 2015 cierre con una tasa de inversión levemente por encima de 17% del PIB, lo que implicaría una caída de tres puntos porcentuales respecto del máximo alcanzado en 2006-2008.

Esa significativa retracción en la tasa de inversión constituye una restricción nítida al futuro ritmo de expansión de la economía argentina. El menor ritmo de crecimiento de los últimos años o incluso algún grado de contracción, han generado un aumento de la capacidad productiva ociosa en algunos sectores, pero en otros la ocupación es virtualmente plena.

A medida que transcurre el tiempo, la “brecha de la inversión” se ensancha. Si el próximo Gobierno se pusiera como objetivo para el corto plazo que la tasa de inversión retornara al nivel de 2006-2008 (20% del PIB) se necesitarían nuevos proyectos de inversión por US$ 16.000 millones, monto que cuadruplicaría el flujo de aportes en concepto de Inversión Extranjera Directa registrado durante 2014.

Incluso, aproximadamente US$ 10.000 millones de ese aumento de US$ 16.000 millones en la inversión deberían destinarse a incrementar y renovar el equipo durable de producción, componente sobre el que cayó la mayor parte del ajuste en la tasa de inversión durante los últimos años.

Más aún, en el mediano y largo plazos, el desafío de la Argentina no debería limitarse a recuperar la tasa de inversión alcanzada en 2006-2008, sino por lo menos alcanzar un nivel del 25% del PIB, distantes de las famosas “tasas chinas” de comienzos de esta década del orden del 40% del PIB, pero posibles con un cambio profundo de la orientación de la política económica.

El estímulo a la demanda combinado con contracción de la inversión, es decir, de la oferta nacional, termina generando presión importadora e inflación o ambos fenómenos al mismo tiempo. Resolver ese dilema tiene dos caminos, o el ingrato “ajuste” por el lado de la demanda o el aumento de la oferta como resultado de una mayor inversión.

Jorge Todesca

Una reflexión sobre las restricciones a la importación en Argentina

América Latina

Actualmente, Argentina opera un régimen complejo de control de divisas. En un esfuerzo por sustituir las importaciones con la producción nacional, el gobierno ha emitido gradualmente varias restricciones para los intercambios extranjeros.

Para todas las empresas que operan dentro del territorio, las transferencias de fondos hacia y desde el país deben realizarse de acuerdo con las regulaciones del Banco Central y se imponen restricciones a las inversiones entrantes y salientes, pagos de intereses y cualquier otro monto pagadero en moneda extranjera.

Esto hace que el comercio internacional sea bastante difícil de tratar por las empresas locales, agregando otras medidas como el requisito de reembolso del capital de la autorización del Banco Central, al igual que los pagos por tarifas de servicio y regalías hechas a entidades relacionadas o entidades residentes en un paraíso fiscal.

En enero de 2015, la Organización Mundial del Comercio (OMC) declaró que las declaraciones juradas de importación y otras medidas relacionadas con el comercio aplicadas por Argentina eran incompatibles con las normas internacionales. La conclusión fue adoptada por el Órgano de Apelación de la entidad multilateral en las controversias planteadas separadamente por los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea para la aplicación por la Argentina de las declaraciones juradas de importación anticipada (DJAI) y otros requisitos para los importadores relacionados con el comercio (República Popular China).

El primer intento de eliminar estas Declaraciones fue presentado por la empresa IMSA-Kymco, representante en Argentina de la marca de motocicletas Kymco, que logró una decisión judicial favorable para importar motocicletas y repuestos sin presentar las famosas declaraciones juradas.

Julio de 2015 fue un mes decisivo para el mercado externo ya que finalmente se llegó a un acuerdo mediante la reciente decisión del tribunal de la OMC: el gobierno argentino se vio obligado a eliminar DJAI (declaraciones juradas de importación anticipada) y el plazo de cumplimiento se fijó para el 31 de diciembre de 2015.

¿Será este el final de las barreras a las importaciones?

Hay varios inversores institucionales que esperan la llegada del nuevo gobierno, que asumirá en enero de 2016 y puede traer nuevas políticas de comercio exterior.

Por Carlina Cebolla,

Coordinadora General en Riskma Solutions